Este Viernes Santo hemos hecho memorial de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, con una liturgia en el templo parroquial y con un Vía Crucis por las calles aledañas. Una ceremonia de especial significado para una comunidad que lleva el nombre de la Santa Cruz.
La liturgia se inició con un momento emotivo de silencio, recogimiento y oración que recibió a nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, acompañado por nuestro diácono, que tras ingresar al templo se postraron rostro en suelo ante el misterio de la Redención.
Tras la liturgia de la Palabra, en que se proclamó la Pasión del Señor según san Juan, el padre Juan Francisco nos invitó a contemplar el rostro del Crucificado, Siervo doliente que también se configura en cada persona que carga una cruz, como tantas madres que sufren por sus hijos atrapados por la droga.
«No adoramos el sufrimiento sino el amor del Señor crucificado que nos sobrepasa, un amor valiente, decidido y tremendamente apasionado», dijo nuestro párroco en la homilía.
Tras la oración universal, se realizó el rito de adoración a la Santa Cruz. En profundo recogimiento, los fieles se acercaron hasta la cruz para venerarla con una genuflexión o una venia. Fue el momento para unirnos como comunidad a la colecta de este día para la mantención de los sagrados lugares en Tierra Santa.
Con el rito de la comunión y la oración sobre el pueblo concluyó esta primera parte del memorial de Viernes Santo.
Enseguida se inició el Vía Crucis, desde el atrio del templo por calle Antonio Varas hacia el norte, Teniente Montt hacia el poniente, Manuel Montt hacia el sur y Carrera Pinto hasta el oriente para concluir en el templo. En cada una de las estaciones se meditó sobre los momentos que vivió Jesús desde su condena a muerte hasta su sepultura, acompañando por oraciones y cantos. Fieles hombres y mujeres cargaron la cruz en este trayecto.
Imágenes John Marín