Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida.
Creo en su soplo, imperceptible,
pero lleno de fuerza, que nos estimula a crear comunión con nuestros hermanos.
Creo que Él nos hizo renacer de las aguas del bautismo,
y nos constituyó hijos de Dios y hermanos de Cristo Jesús.
Creo que en la confirmación renovó la gracia de Pentecostés
y, fortalecidos con su unción, nos envió como miembros
de un pueblo sacerdotal y profético
a dar testimonio de Cristo en medio del mundo.
Creo que Él, a cuantos participamos en la Eucaristía,
nos llena de su energía, de su novedad, de su vida.
Creo que el Espíritu Santo es quien suscita y anima nuestra oración,
para que sea “en espíritu y en verdad”,
la plegaria creyente de los hijos e hijas
que se dirigen a Dios como a su Padre.
Creo que Él nos llena de su luz y su fuerza
para que celebremos en profundidad los sacramentos,
y los traduzcamos en una vida evangélica
de fe y de apostolado misionero.
Creo que Él es la suave y eficaz memoria
que nos hace revivir día a día,
la Pascua salvadora de Cristo en nuestra vida.
Creo que Él nos anima a ser testigos
y misioneros del evangelio de Cristo
en nuestra familia y en nuestra sociedad.
Creo en el Espíritu Santo, brisa renovadora de nuestra fe,
ardor que reanima nuestra caridad,
santidad que convierte a nuestra Iglesia.
Amén.
Fuente: Iglesia de Santiago.