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Dejarnos transformar en pan y bebida para los demás

La siguiente es la homilía de nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla, para este domingo, solemnidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor.

Comer y beber. Nada más universal y elemental a la vida. Y es la figura bajo la cual ha querido quedarse el Señor con nosotros en su Iglesia. No es tanto el pan y el vino, sino el pan comido y el vino bebido. Signo máximo de comunión.

El comer y beber es incorporar, hacer algo tan propio que llega a formar parte de nuestro ser.  Y en la eucaristía, Jesús mismo nos incorpora a su vida gloriosa, vida eterna. Bella palabra «incorporar», hacer del propio cuerpo. Al comer y beber del Señor resucitado, en este santo sacramento, somos asimilados a lo que Dios es.

La fiesta del Corpus es la fiesta de la comunión de vida que el Señor nos ofrece. Y lleva una tarea: eucaristizar el mundo. Donde quiera que se encuentre un comensal eucarístico, allí el mundo se ofrece al Padre, se entra en comunión con Dios, todo se hace instrumento y expresión de comunión. Es la tarea de ser una eucaristía viva, como lo reza la tercera plegaria eucarística: «que Él nos transforme en ofrenda permanente».

Celebrar la presencia del Señor en la Eucaristía es dejarse transformar en pan y bebida para los demás. Adoramos al Señor, vivo y presente en la eucaristía, para unirnos con Él y ser enviados por Él. La Eucaristía irradia a todo el mundo una fuerza de unidad, de reconciliación y de paz.

Pidamos hoy al Señor, vivir eucarísticamente, en acción de gracias por su salvación, elevandonos con nuestro mundo al Padre y nutriendo con el pan de la Palabra y del altar a las muchedumbres hambrientas de sentido, de humanidad y de alegría. Su presencia no une, nos hace hermanos y hermanas, nos llena de alegría de esperanzas de un mundo mejor.

Evangelio (Juan   6, 51-58)

Jesús dijo a los judíos:

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo.

Los judíos discutían entre sí, diciendo: ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?

Jesús les respondió:

Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él. Así como Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente.

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