Compartimos la homilía de nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, para este primer Domingo del tiempo de Adviento.
Escuchamos al inicio del Adviento al gran profeta y poeta Isaías. Él abre este tiempo con la súplica de un pueblo que reconoce su rebeldía, su injusticia y su impureza. Las imágenes son imborrables, la justicia como un trapo sucio; un árbol marchito, las culpas como hojas arrastradas por el viento. Pero al final, una imagen de renovación y esperanza: somos la arcilla en manos del Padre alfarero. Lo sorprendente es la misteriosa responsabilidad de Dios en la cerrazón de su pueblo: ¿Por qué nos desvías de tus caminos y endureces nuestros corazones…? Esa aparente responsabilidad divina no significa una justificación del mal, sino la convicción de que, en todo, Dios siempre está presente. Pues Dios es el padre y el «Goel» de su Pueblo. Su creador y defensor.
Y así comienza este tiempo litúrgico. Con la conciencia de ser un pueblo rebelde. Pero la confesión de la culpa nos eleva a la súplica y a la confianza en Dios. Así, durante estos cuatro domingos de Adviento, podemos descubrir los profundos motivos de nuestra esperanza. El primer motivo es la paternidad de Dios. Acudimos juntos a sus entrañas paternas para acoger su salvación. Es la invitación del evangelio: no quedarnos dormidos en la espera. Acompañarnos para mantenernos despiertos, para no acomodarnos a las tinieblas y al pesimismo. Vigilar juntos, como pueblo, para discernir la voluntad de Dios en nuestras decisiones y para reconocer la hora de la conversión, la hora de la salvación.
Evangelio (Marcos 13, 33-37)
Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa: si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!