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Vigilia de Pentecostés

Las personas que se preparan para recibir el sacramento de la Confirmación fueron los protagonistas principales de la Vigilia de Pentecostés, en la celebración del Espíritu Santo que concluye el tiempo Pascual, este sábado 18 de mayo en nuestra comunidad parroquial.

En el momento de oración y reflexión, animado por cantos y antífonas al Espíritu Santo, invocamos su presencia en la comunidad y sus siete dones:

SABIDURÍA, para conocer y gustar en todo momento las cosas de Dios, y así poder discernir lo que es bueno para nuestra vida, para la sociedad chilena y para nuestra Iglesia.  

INTELIGENCIA, que nos ayuda a conocer y promover alternativas creativas en la búsqueda cotidiana de Dios en nuestra vida, y en nuestro trabajo perseverante para poner a Cristo, lo más importante, en el centro.

CIENCIA, el conocimiento fecundo, inacabado y humilde que nos ayude a comprender nuestro lugar en el mundo, para ser portadores de amor, alegría, respeto a la dignidad humana, y amparo a los más débiles y pequeños.

CONSEJO, que necesitamos para convivir en comunidad y en sociedad, tejiendo relaciones sanas, respetuosas y fraternas, aprendiendo a escuchar y acoger a quienes nos necesitan, dando un testimonio coherente de amor cristiano en una cultura individualista.  

FORTALEZA, para ser valientes al enfrentar las dificultades, reconocer nuestras debilidades y ser consecuentes con el Evangelio que anunciamos, para ser protagonistas de la transformación, que hoy se nos reclama como pueblo de Dios.

PIEDAD, para aprender a tratar con inmenso respeto a quienes nos rodean y a compadecernos de sus necesidades. Que, en nuestro santuario que acoge a tantos peregrinos, podamos aprender de la piedad popular a entablar un nuevo tipo de relación, de escucha y espiritualidad, porque la piedad popular «refleja una sed de Dios que solamente los pobres de espíritu y los sencillos de corazón pueden conocer». 

TEMOR DE DIOS, que nos ayuda a no creernos perfectos, a no encubrir o disimular el mal que hacemos, sino que a poner en el centro al único que puede sanar las heridas y tiene un nombre: Jesús el Hijo de Dios. 

También pedimos que el Espíritu Santo derrame en nosotros los frutos de su gracia: amor, alegría, paz, paciencia, amabibilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio (Gál. 5,22).

Al finalizar la Vigilia, nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, procedió a apagar el cirio pascual, como signo de que Cristo Resucitado ha dejado en nuestras manos la responsabilidad de continuar su misión liberadora. Ahora, en su nombre, nos toca a nosotros ser luz en medio del mundo, impulsados por la fuerza de su Espíritu.  

Imágenes gentileza John Marín