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Adviento, tiempo para renovar la esperanza

La siguiente es la homilía de nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, para el primer Domingo de Adviento.

Adviento nos prepara para la Navidad y para la segunda venida del Señor. Ese doble aspecto se sintetiza en la última frase del evangelio de este Domingo: Mantenerse en pie ante el Hijo del hombre. De eso se trata: de estar en pie. Antes se ha dicho levantar la cabeza y cuidar de no emborracharse. Hay un recurso a la postura del cuerpo, donde se refleja la situación interior.

El espectáculo de los poderosos de este mundo, que fabrican armas y lucran de las guerras; de los que imponen leyes de muerte; de las mafias de drogas… lleva naturalmente a una depresión, a un andar resignado cabeza gacha. Pero el evangelio promete una liberación.

El Hijo del hombre, nacido de María, ha inaugurado en este mundo una humanidad nueva. El imperio del mal tiene caducidad. Por eso la presencia del Señor es un motivo para andar con la frente en alto. Nuestro Dios ha vencido todo mal.

Debemos cuidar de vivir sobrios, es decir, sin perder la cabeza. El día del Señor, es el día de tu humilde sí a su Reino, que se va sumando a tantos otros silenciosos, que mantienen este mundo en pie, por la fuerza del diálogo permanente con Dios.

Evangelio (Lucas 21, 25-28. 34-36)

Jesús dijo a sus discípulos:

Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.

Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.

Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.

Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre.

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