Noticias

Bendecir, decir bien, bien hablar…

La siguiente es la homilía que nos comparte nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla, para este Domingo, octavo del tiempo litúrgico común.

El evangelio nos lleva al centro de lo que somos: el corazón. Para el mundo de la Biblia el corazón es la sede del pensamiento y de la decisión, el cual se expresa mediante la palabra. La palabra media entre el corazón y la boca.

La sabiduría de Israel atiende con profundidad a la fuerza de la palabra porque es la que revela la interioridad personal. Decir es decirse. Al hablar nos mostramos tal cual somos.

Por cierto, vemos formas degradadas de hablar, un lenguaje muy básico e impreciso, y una coprolalia transversal a la sociedad y mucha charlatanería ambiente. ¿Qué dice esto de la interioridad de las personas? Eres como hablas. El habla delata.

Hay muchos que denuncian y actúan contra diversos tipos de contaminaciones. ¿Y quién lucha contra la toxicidad de los corazones? Allí radican todos los males y todos lo bienes. Necesitamos cultivar el corazón para dar buenos frutos, lo podemos hacer por medio de un bien hablar, un ben-decir, decir bien, reservando espacios de silencio que permiten vernos interiormente, practicando el arte de la conversación… sobre todo con Dios, cuya Palabra se hizo carne.

Evangelio (Lucas 6, 39-45)

Jesús hizo esta comparación:

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?

El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.

¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.

El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca.

Ver todas las homilías