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Cultivar el jardín de nuestra vida

La siguiente es la homilía de nuestro párroco, Pbro. Juan Francisco Pinilla, para este Primer Domingo de Cuaresma.

Las lecturas de este primer Domingo de Cuaresma nos presentan dos extremos: un jardín y un desierto. Ambos aparecen como lugares de prueba, espacios de tentación. Jesús habita ambos lugares. En el jardín, proyecto original de armonía, paz y belleza, Jesús es la realización plena de la persona humana en comunión, varón y mujer. En el desierto, Jesús es el Israel pleno, cumple un Éxodo de liberación del Pueblo, obediente a la Alianza pactada por Dios.

Nuestra vida cristiana transita ambos espacios. Hay días de jardín y días de desierto. Pero no como alternativos. Esencialmente, cada ser humano habita el jardín del proyecto original de Dios. Cada persona es el jardín de Dios. Y a la vez, está invitado a entrar históricamente en el Exodo. Entre el jardín y el desierto hubo un trastorno original misterioso. Como los incendios que asolan miles de hectáreas. Pero los árboles no se queman solos…

Hay un misterio del mal que nos ronda y del que nos hacemos cómplices voluntariamente. Jesús enfrenta personalmente al mal y aferrado a la Palabra del Padre, triunfa para hacernos partícipes de su victoria.

Ya resucitado, María Magdalena lo confundió con un jardinero, como fiel guardián del proyecto original del Padre sobre su creación.

La Iglesia, en estos días de Cuaresma, nos invita a jardinear, a cultivar el jardin de nuestras relaciones humanas por el amor y la misericordia. Y sobre todo, a seguir al Señor por el desierto de una vida en modo liberación y a renovar con Él la gran celebración de la Pascua.

Evangelio (Mateo   4, 1-11)

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes.

Jesús le respondió: Está escrito: “El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”.

Jesús le respondió: También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”.

El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: Te daré todo esto, si te postras para adorarme.

Jesús le respondió: Retírate, Satanás, porque está escrito: “Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él solo rendirás culto”.

Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.

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