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Dios nos hace sus hijos e hijas

Compartimos la homilía del pbro. Juan Francisco Pinilla, párroco de la Santa Cruz, en la eucaristía del Día de la solemnidad de la Natividad del Señor.

Esos hermosos pies sobre los montes que alaba Isaías, son los de este niño que ha nacido en Belén. Hermosos por la alegre noticia que transportan, como los de aquel soldado griego en Maraton, que corrió para anunciar la victoria sobre los persas.

En Jesús la alegre noticia no es un mero mensaje, él en persona es la alegría. «A Dios nadie lo ha visto», dice el evangelio de hoy, solo el Hijo de Dios, que ha venido corriendo a revelarlo. Creer en Jesús es ver al Padre Dios. Dios se hace visible a los ojos de la fe. Vemos, oímos, palpamos la alegre noticia: Dios nos hace sus hijos. Es la noticia del perdón y la vida nueva, noticia de reconciliación. Por eso, aquel «principio» del evangelio de Juan es el inicio de la vida nueva, la vida hermosa en Cristo Jesús ofrecida a toda la humanidad. ¿Qué alegres noticias tenemos hoy para compartir? ¿Hay algo por lo que vale la pena ponerse a  correr?Navidad, tiempo de ponerse a vivir, a correr y anunciar esta vida nueva.

¡Muy Feliz Navidad!

Evangelio (Juan   1, 1-18

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él, al declarar: Este es Aquél del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo.

De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre.