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¿Hacia qué Jesús llevamos?

La siguiente es la homilía para este V Domingo de Cuaresma que nos comparte nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla.

Comienza este evangelio relatando que algunos griegos quería ver a Jesús. Es decir, personas ajenas a la fe judía se interesan por conocer personalmente a Jesús. Y acuden a los apóstoles con nombres griegos, Felipe y Andrés.

En nuestro contexto muy complejo con un grave deterioro de la convivencia nacional, advertida recientemente por nuestro Arzobispo, junto a las diferentes confesiones religiosas del país, no dejamos de percibir el gran deseo de paz, de justicia, de verdad, de respeto… que en el fondo, es el deseo oculto, incluso de personas ajenas a la religión, de encontrarse con el Señor. Y acuden a nosotros, sus discípulos, para llevarlos a Jesús.

De esto surgen muchas preguntas: ¿somos auténticos guías hacia Jesús? ¿Somos capaces de llevar a ese encuentro? ¿Hacia qué Jesús los conducimos?

Por eso el evangelio de este Domingo, justo anterior a la semana santa, nos centra en lo esencial de nuestra fe; nos habla de la glorificación del Hijo de Dios. Generalmente, la gloria significa para nosotros lo máximo que se puede vivir. Para Jesús la hora de la Glora significa su entrega total, hasta dar la vida por amor. Por eso la gloria se vincula al amor. Y esa es la profunda experiencia capaz de redimir el corazón humano. La Pascua que nos preparamos a celebrar es la gloria del amor. Don de Dios para construir un mundo verdaderamente humano.

Evangelio (Juan 12, 20-33)

Había unos griegos que habían subido a Jerusalén para adorar a Dios durante la fiesta de Pascua. Estos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: Señor, queremos ver a Jesús. Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. Él les respondió:

Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.

El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.

El que quiera servirme que me siga, y donde Yo esté, estará también mi servidor.

El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada. ¿Y qué diré: “Padre, líbrame de esta hora”? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!

Entonces se oyó una voz del cielo: Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar.

La multitud, que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: Le ha hablado un ángel.

Jesús respondió:

Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando Yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.

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