Ofrecemos la reflexión de nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla, en la solemnidad de Pentecostés (la venida del Espíritu Santo).
En esta fiesta, Lucas y Juan nos ofrecen dos reflexiones sobre un mismo acontecimiento: el don del Espíritu Santo a la Iglesia.
En el evangelio tenemos dos palabras de Jesús: Paz y perdón; y dos signos: las llagas de su pasión y el soplo sobre sus discípulos. Y esto nos constituye como Iglesia al servicio del mundo. La paz es la reconciliación, fruto de la cruz del Señor; el perdón, es la vida nueva otorgada por el Espíritu Santo.
Toda nuestra vida, personal y comunitaria, es alentada por el soplo del Señor y, cada día, la cruz es el misterio del amor que nos cobija. Es en esta experiencia que somos hechos testigos misioneros de la paz y del perdón. Dos tareas siempre actuales y urgentes para el mundo, que se realizan al modo del Espíritu Santo, enviado como soplo vital. El Espíritu surge del interior de Cristo y nos invita a respirar con Él. El Espíritu Santo es el beso de Dios a la humanidad. Las llagas de Cristo son el tatuaje imborrable de su amor. Esta es la escuela de la paz auténtica y del perdón que nos hace vivir y amar la vida.