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Transfiguración es conversión

La siguiente es la homilía para el segundo Domingo de Cuaresma, que nos comparte nuestro párroco, pbro. Juan Francisco Pinilla.

Nuestra cuaresma es un Tabor, es decir, un camino ascensional hacia una cima de transfiguración, hacia la gran celebración de la Pascua del Señor. Para nosotros, no es el rostro de Jesús el que cambia, sino nuestra mayor comprensión de su misterio, de su persona y de su obra salvadora.

Esta nueva luz, a la que nos conduce el camino de la cuaresma, brilla sobre cada uno de nosotros y hace que nuestro rostro cambie, que nos transfiguremos en la fe, ante la experiencia del Señor resucitado.

La resurrección, que los discípulos no comprendieron sobre el monte, la hemos heredado como un testimonio vivo. Esa es la luz del Tabor. El misterio de la resurrección. A eso alude la transfiguración.

En nuestro mundo opaco y tantas veces tenebroso somos invitados a subir al Tabor, necesitamos renovar la esperanza. Es el camino de la cuaresma, camino de purificación de la desesperanza y de las expectativas meramente humanas. Transfiguración es para nosotros conversión. Conversión a la fuerza de la resurrección. Cada renuncia libre al mal, a la corrupción, al odio, a la venganza, es una ventana de resurrección para nuestro mundo.

Nos podemos preguntar: hoy, ¿qué pasos de transfiguración nos invita a dar el Señor? ¿Cuánto importa la luz de la resurrección en la vida diaria?

¡Buena cuaresma!

Evangelio (Marcos 9, 2-10)

Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Pedro dijo a Jesús: Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.

Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: Éste es mi Hijo muy querido, escúchenlo.

De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.

Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría resucitar de entre los muertos.

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